La ‘guerra’ contra el terrorismo, un error y un fraude

François Hollande, presidente de Francia, tras los atentados de París dijo que estamos en guerra. Unos llamados yihadistas (franceses y que dicen ser musulmanes) asesinaron a 137 personas e hirieron a 415 en la capital francesa. Radicalmente condenable. Pero estar contra quienes asesinan en nombre de dios, religión o nación no significa que debamos tragar las ruedas de molino de la clase gobernante.

Tras los atentados, los mandatarios de occidente han declarado la ‘guerra al terrorismo’. Pero ATTAC-Francia ha respondido a esa ‘viril’ declaración con cordura y lucidez que “no es nuestra guerra. Tras el desastre de EEUU en Irak y Afganistán, las intervenciones bélicas francesas en Irak, Libia, Siria, Malí, República Centroafricana, Chad y Níger han contribuido a desestabilizar esas regiones y a provocar una masiva huida de refugiados cuyos cadáveres llegan sin cesar a nuestras playas. Desigualdades e injusticias desgarran nuestras sociedades y Al Qaeda o el Estado Islámico logran su fuerza por esas injusticias. Esta guerra no conduce a la paz, porque no hay paz sin justicia”.

¿Por qué la reacción por los muertos de París? Recién hubo víctimas de terrorismo sin tanto ruido. Desde mayo ha habido más de 300 muertos y muchos más heridos por atentados terroristas en Arabia Saudí, Beirut, Irak, Kuwait, Pakistán y Túnez. ¿Son víctimas de segunda división?

Los gobiernos europeos van a la guerra porque creen tener un casus belli perfecto y la guerra siempre es buen negocio para quienes controlan política y economía. También aprovechan la situación y toman medidas para tener más poder y recortar libertades. En nombre de la seguridad. Cuando la mayor y más real amenaza es una vulneración de derechos sistemática sin que por ello haya más protección ni tranquilidad.

Sobre atentados y respuestas, Loretta Napoleoni, reconocida experta en terrorismo, asegura que “no es correcto decir que estamos en guerra. Un ataque como el de París no es guerra. Georges W. Bush cometió el mismo error cuando en 2001 declaró la guerra al terrorismo y miren lo que ha traído. La política de bombardeos es la verdadera razón por la que tenemos atentados en Europa”.

Porque hoy sabemos que la llamada ‘guerra’ contra el terror no acaba con el terrorismo. Noam Chomsky escribió que “hay una manera sencilla de acabar con el terrorismo, no del todo, pero sí en parte, y es dejar de participar en él”. Y, como han denunciado repetidamente Amnistía Internacional y Human Right Watch, el mundo no es más seguro hoy, quince años después de la declaración de guerra contra el terrorismo por Busch y occidente.

Se repite lo que ya sabemos que no funciona. Quince años después, las ‘guerras’ de occidente no han acabado con el terrorismo. Ni tampoco las presuntas medidas de seguridad que recortan libertades y violan derechos. Solo han cambiado los modos y formas de los ataques terroristas. Además de generar la mayor cantidad de terroristas de la historia reciente.

¿No apesta que casi la primera medida del gobierno francés ante los ataques haya sido suspender la gran manifestación ciudadana en París durante la cumbre del cambio climático? Por seguridad, claro. Además de volver a controles fronterizos, pinchar teléfonos e Internet sin autorización judicial, registrar viviendas a la brava… Cuantas más libertades se vulneren, más lejos está vencer al terrorismo.

Ben Emmerson, que fue relator especial para derechos humanos en la lucha contra el terrorismo, escribió hace años que “venceremos al terrorismo si somos fieles a nuestros valores: derechos humanos y Estado de derecho. Violar derechos y reprimir en nombre del antiterrorismo genera agravios y esas políticas crean condiciones para expandir el terrorismo”. Pero nuestros políticos mandatarios no aprenden ni bajan del burro, Tal vez, como explicó el profesor de Georgetown Norman Birnbaum, porque “la guerra contra el terrorismo, heredera bastarda de la guerra fría, es un gigantesco programa millonario que ofrece jugosos trabajos a expertos, ideólogos y charlatanes, además de justificar un gasto militar sin fin”.

Más allá de intereses espúreos, Loretta Napoleonni resalta que “los jóvenes que han atentado en París tienen muchos problemas económicos y de integración. Hay un desempleo juvenil increíble, mucho peor entre musulmanes. La pobreza crea terrorismo y la crisis económica genera las condiciones para mayor radicalidad. Si esos jóvenes tuviesen trabajo, familia y vivienda digna, no habrían hecho lo que hicieron”.

¿Cómo están tan ciegos esos políticos? Porque en el fondo del terrorismo está la pobreza, la desigualdad y la humillación que conllevan. Y, para que conste, la guerra proclamada contra el terrorismo aumentará los problemas de la gente común y causará muchas víctimas civiles inocentes, pero  el terrorismo seguirá .

¿Para qué queremos banca privada?

Una nueva regulación europea pretende evitar quiebras de bancos como la de Lehman Brothers. Nuevas medidas a aplicar cuando un banco amenace hundirse o en un futuro próximo. Por supuesto, por interés público (¡faltaría más!), se evitará liquidar un banco con problemas. Hay que salvarlo. Y así continúa la fábula de que hay bancos demasiado grandes para dejarlos caer. Gana la banca. Y ahora además  gana también por despedir a decenas de miles de bancarios en la eurozona.

Obsesionada por conseguir más beneficios, que no logra ni en sueños, la banca europea reestructura plantillas. Por cierto, una banca que no limpió de verdad sus cuentas ni se puede decir que sea realmente solvente. Despedir lo tienen fácil, porque los  sindicatos de hoy no suponen un problema. Grandes bancos y no tan grandes han despedido ya a 175.000 empleados en Europa en menos de un año, mientras la acelerada digitalización bancaria deviene fácil pretexto para despedir aún más en el futuroo inmediato.

En despedir trabajadores, los banqueros españoles se adelantaron a la Unión Europea. Utilizaron las impuestas fusiones de cajas de ahorros hace unos años para cerrar muchas sucursales y echar a 70.000 empleados, la cuarta parte del total. Ahora están entusiasmados con las fusiones de bancos que se avecinan por orden europea. Más la susodicha digitalización de la banca. Y así, en el Reino de España habrá miles de bancarios menos, pero sí tres mega bancos. Bancos enormes para competir -dicen- con los super bancos que tambien se perpetran en Europa.

Fusiones y digitalización significan más cierre de oficinas bancarias y más gente a la calle. Para especular que es lo suyo (y fomentar burbujas ) los bancos privados de hoy no necesitan tanto empleado. Pero tan negro panorama laboral no se dará a conocer… hasta después de las elecciones generales. Así lo ha pedido el gobierno a quienes mangonean el sector financiero para que el Partido Popular no pierda más votos. Por eso las cúpulas de la banca esperan dar a conocer esos planes. Porque el macroplan de fusión bancaria española significará para empezar que 35.000 trabajadores de banca más irán al paro. Además de que muchos pueblos no tendrán ninguna oficina bancaria, porque las cerrarán. Ángel Ron, presidente del Banco Popular, ha reconocido que la concentración bancaria está en marcha. Con las bendiciones del Banco de España, por supuesto.

Con las macrofusiones en el Reino de España, la concentración de banca europea busca que finalmente solo haya diez enormes bancos en la eurozona. Euroburócratas y directivos bancarios arguyen que no puede haber tantos bancos si se quiere avanzar en armonización fiscal. Aparte de que la armonización fiscal está muy lejos (tan lejana que ni se vislumbra), ¿de verdad crear tan grandes entidades financieras privadas con tanto poder beneficiará al pueblo trabajador europeo?

Lo que sí sabemos es que las ayudas billonarias no han beneficiado a la gente común ni indirectamente. El Banco Central Europeo, por ejemplo, inyectó a final de 2011 casi medio billón de euros a quinientos bancos y unos meses después prestó otro medio billón a más de ochocientos. Más de un billón prestado a largo plazo al dadivoso 1% de interés. Esas y otras generosas ayudas, que no cesan, hacen decir al economista Marco Antonio Moreno que la banca de occidente ya es muy dependiente de la inyección de dinero público barato, una auténtica yonqui del dinero fácil. Sin embargo, la banca no reactiva la economía, como debería tras tanta generosidad con ella. El dinero, para especular. Aunque produzca burbujas y caiga quien caiga. Menos ellos, por supuesto.

De no remediarse, habrá una  decena superbancos en la eurozona. ¿Fluirá ya la financiación? ¿La razón de ser de tales megabancos será activar la economía con sus créditos e inversiones en economía productiva? No caerá esa breva. Las billonarias ayudas estatales al sector financiero (sector que provocó la crisis) no son ni han sido condición verdadera para financiar la economía real. Ni lo será por muy megabancos que monten. Y la economía real continuará lánguida con el riesgo permanente del estallido de otras burbujas.

Ante tan desesperanzador panorama, la gente ya sabe que no ha de esperar mucho ni siquiera poco de la banca privada. Porque utilizó el dinero público casi regalado para especular y montar una economía de humo mientras el paro se afianza y crecen desigualdad y pobreza. Y, si además, resulta que los bancos privados se sostienen en verdad, no por sus reservas, sino gracias a las ayudas públicas, del BCE, Reserva Federal y gobiernos, entonces la gente común se pregunta, ¿para qué demonios queremos los bancos privados?

Apenas queda tiempo para frenar el cambio climático

Los científicos lo confirman sin la menor duda: si no frenamos el cambio climático, la temperatura media global aumentará mucho más de lo aceptable para que la Tierra sea un lugar habitable. Si no lo frenamos ya, las consecuencias serán terribles. Y no es afirmación catastrófista propia de película de Hollywood sino conclusión científica. Un reciente dictamen de la Agencia para la Ciencia de EEUU asegura que 2015 ha sido un año récord en calentamiento global. Y un estudio de la universidad de Harvard de EEUU concluye que el nivel del mar, una de las peores consecuencias del calentamiento, subió año tras año de 1901 a 1990. Mala noticia, además, porque esa subida en los últimos veinte años ha sido mucho mayor que la prevista y eso no es nada bueno.

Lo que sabemos con certeza es que más o menos en los últimos dos mil años, el mar y su temperatura fueron estables. Hasta la revolución industrial del siglo XIX. Entonces empezaron las emisiones de dióxido de carbono y la subida del nivel del mar. Hoy, el Grupo de Expertos de la ONU ha calculado que en el siglo XXI el nivel de los océanos subirá  como mínimo 44 centímetros de media sobre los niveles de 1990. Y eso es mucho subir.

Otro estudio sobre consecuencias del cambio climático, denominado C3E, concreta que el nivel del mar subirá en las costas españolas en el siglo XXI de 60 a 80 centímetros sobre la subida que hubo de 1986 a 2005. Será así si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Según ese informe, la mayor subida de las aguas será en los deltas del Ebro, Guadalquivir y Guadiana y, si no se frena el cambio climático, en 2050 las playas españolas habrán retrocedido de 20 a 40 metros. Imaginemos lo que supondrá. Además grandes oleajes y fuertes vientos azotarán los puertos y las infraestructuras costeras españolas. La subida del mar, el aumento del oleaje y los fuertes vientos promoverán violentas galernas y las inundaciones de las costas serán más frecuentes e intensas.

Los daños causados hasta ahora por las emisiones de gases (subida del nivel del mar, mayor acidez de los mares o derretimiento de glaciares y hielos de los polos) serán crecientes si no se toman ya drásticas medidas para reducir y frenar la emisión de gases de efecto invernadero. Según los científicos de la ONU, de no poner remedio, la temperatura aumentaría hasta 4,8 ºC para 2099, cuando el máximo aumento de temperatura global soportable calculado por la ciencia es 2º centígrados. ¿Qué mundo dejaremos a nuestros descendientes?

El calentamiento es innegable y desde 1950 muchos cambios en el clima no tienen precedentes en los siglos anteriores. Hoy la superficie de la Tierra está mucho más caliente que en cualquier tiempo antes de 1850 y cada una de las tres últimas décadas ha sido más cálida que la anterior mientras las olas de calor son cada vez más frecuentes, intensas y duraderas.

Ante esta situación, la ONU promovió que los países decidieran voluntariamente sus volúmenes de reducción de gases de efecto invernadero. Pero ha sido un fracaso y las reducciones de gases así realizadas han sido tan ridículas que de momento vamos hacia un calentamiento global de 3ºC. Y 3ºC de aumento es multiplicar por tres veces y media las consecuencias del cambio climático sufrido hasta ahora según los mismos expertos. Más huracanes y más violentos, más deshielo de glaciares, más deshielo del Ártico y Antártida, mayor subida del nivel del mar, diluvios torrenciales más frecuentes y enormes sequías con sus correspondientes grandes incendios de bosques.

Para frenar el cambio climático no hay otra salida que reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Lo de crear un ‘mercado’ de emisiones de gases para que los países que contaminan menos (por ser más pobres y menos industriales) vendan el ‘derecho’ a contaminar más a los países más ricos e industriales y que la suma de emisiones de ambos fuera un volumen menor de esos gases ha demostrado ser conpletamente inútil, además de una estupidez y una tomadura de pelo.

Hay que abandonar la energía con combustibles fósiles y sustituirla por energías limpias y renovables. Además de proteger los bosques, frenando las talas industriales que reducen la masa arborea del planeta. Porque los bosques son aliados de la humanidad para reducir los gases contaminantes.

Todo esto abordará el COP 21, la convención del cambio climático de Naciones Unidas, que será en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre. Ahí se deberían acordar medidas para que en 2050 se hayan reducido el 80% de emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Y así la temperatura global no superaría los 2º centígrados, máximo aumento para nuestra seguridad y vida en la Tierra. Y eso significa que los Estados deben cambiar sus políticas energéticas y reducir las energías contaminantes hasta eliminarlas. Sin excusas. Sí o sí.

Tal vez  lo expuesto parezca dramático  y desmesurado, pero nos conviene más trabajar contra el cambio climático sin rebajas, Si soy dramático, no perdemos nada por reducir emisiones de efecto invernadero porque limpiaremos la atmósfera y la estratósfera, evitando acumulaciones ideseables de gases contaminantes. Pero sí no hay dramatismo,  es cierto (que lo es) y no lo frenamos ya, no habrá remedio. Será tarde.

La amarga verdad es que, hasta hoy, las presuntas medidas internacionales contra el cambio climático han sido inútiles. Porque lo que hay que hacer es reducir de verdad las emisiones de gases de efecto invernadero hastar acabar con las mismas. No hay otra, porque ya no es exagerado decir que nos jugamos el futuro. Nos jugamos también, el presente.

Cosas a tener en cuenta tras la declaración independentista para ‘desconectarse’ de España

El Parlamento de Cataluña inició el 9 de noviembre la ‘desconexión’ de España . La resolución que la puso en marcha fue aprobada por los 72 diputados de la coalición Junts pel si y de la CUP, pero votaron en contra los 63 de Catalunya si es pot, PSC, Ciudatadans y Partido Popular. Y, por la tarde, Mas hizo su discurso para optar a la investidura, pero, si la CUP es consecuente, Mas no será elegido presidente de la Generalitat de Cataluña. Más allá del cabildeo politiquero, que tanto gusta a la mayoría de periodistas (no es mi caso), quiero destacar algunos datos y aspectos del llamado ‘conflicto catalán’. En lenguaje coloquial, apuntar quien es quien y de que pie cojean algunos actores de ese dicho conflicto.

Lo chocante del dicurso del Mas de los recortes sociales es que estuvo teñido de pinceladas socialdemócratas. Para convencer a la CUP, claro. Con sorpresa en el tendido, Mas presentó a los diputados un programa de gobierno con un plan de emergencia social, renta garantizada de ciudadanía y protección del derecho a la vivienda. Curisos porque la actual renta mínim garantizada es de las más cicateras del Reino de España. Además Artur Mas proclamó, como si se lo creyera, que sus objetivos son hacer «un país más justo y equitativo» y con «más transparencia y mejores prácticas públicas«. Sí, sí, lo dijo, que no lo he soñado.

Porque es el mismo Mas que hace solo cinco años conseguía la presidencia del gobierno de Cataluña asegurando que gobernaría como Merkel en Alemania o Cameron en Reino Unido. Estados ambos en los que la desigualdad y la pobreza han crecido. Es el mismo Mas (no un clon) que hace pocos años aseguraba que tenía que hacer recortes de presupuestos sociales «porque no hay otra alternativa y hay que podar el árbol para que crezca más fuerte«. La vieja y maloliente promesa de que antes hay que hacer crecer la tarta para poder repartirla. Pero nunca se reparte ni un rábano. Un Mas, por cierto, convertido también al independentismo desde finales de 2011, aunque no mucho antes definiera el independentismo como algo ‘”oxidado”.

Y con tal mascara y artificio Mas se reinventa para parecer el único capaz de liderar un Govern independentista ¡de centro-izquierda! ¡Vivir para ver! Por supuesto, las carencias y problemas que sufre la ciudadanía catalana son por culpa del gobierno de Madrid. Y, sin dejar de atribuir a Madrid (el gobierno central) las canalladas perpetradas en perjuicio de la ciudadanía catalana, no cabe olvidar el quizás lento, pero imparable deterioro social de la gente de Cataluña en los años de gobierno de Mas y antes de Pujol.

Sin el menor resquicio de duda, el gobierno de Reino de España que dirige Rajoy tiene mucho que ver con la situación con problemas de catalanes y catalanas hoy. Pero Más parece olvidar cuantas veces Convergencia Democrática de Cataluña, su partido, ha votado junto al Partido Popular para imponer una austeridad y recortes que han dañado severamente la sanidad, educación y servicios sociales públicos en España y en Cataluña. Y, sin duda también, esas medidas han aumentado la desigualdad y la pobreza en Cataluña como no se conocía desde tiempos tras la llamada guerra civil que en verdad fue un genocidio contra la ciudadanía republicana.

Como botón de muestra de su vocación de recortar, Mas olvida también que fue el primero en imponer el pago de un euro por receta, antes de que lo hiciera el gobierno central. Como también omite que una organizada corrupción multimillonaria acompaña a los gobiernos de Convergencia Democrática desde que se hizo con la Generalitat hace más de tres décadas. Y ahora, acaso por arte de magia, CDC y Artur Mas son independentistas e incluso algo socialdemócratas, además de prometer limpieza, transparencia y buenas prácticas políticas. Pero hay quien tiene memoria y sabe que han sido la encarnación de lo contrario.

Tal vez, como Saulo de Tarso camino de Damasco, Artur Mas y CDC han caído del caballo y una luz celestial los ha iluminado para convertirse al independentismo y al centro izquierda. Por diez votos. Los de los diputados de la CUP en el Parlamento de Cataluña. Porque, sin esos votos, Mas no puede ser presidente de la Generalitat. Por cierto, la CUP debería pensar con calma si continúan aliados con CDC en el procés y si continuarán mezclando churras con merinas; es decir, intereses de la burguesía catalana con los del pueblo trabajador catalán, en un proyecto de independencia que, de hacerse realidad, será dominado por las llamadas cuatrocientas familias que controlan la economía de Cataluña desde que los ‘nacionales’ de Franco entraron en Barcelona. ¿O cree de verdad la CUP que CDC dejará de representar y defender los intereses de la burguesía catalana que siempre ha defendido con absoluta dedicación? Deberían recordar que los intereses de las que ahora se llaman élites y los de las clases populares no solo no son los mismos: son opuestos.

Tal vez uno sea muy antiguo por creer que la sociedad se divide en clases con intereses opuestos, pero no hay que recurrir a Marx para mostrarlo cuando hasta uno de los hombres más ricos del mundo, el señor Buffet, afirma convencido que “hay lucha de clases y es la mía, la de los ricos, la que va ganando” como dijo a un periodista de The Wall Street Journal al principio de la mal llamada crisis, que en realidad es una estafa financiera convertida en saqueo al pueblo trabajador.

Los hombres y mujeres de la CUP deberían reflexionar que significa la independencia de Cataluña del estado español sin la menor independencia respecto a la burguesía catalana ni del poderoso y peligroso sector financiero catalán. Deberían repasar procesos más o menos nacionalistas e interclasistas habidos que acabaron dominados por quienes controlaban y poseían de hecho la economía. Y ante las dudas sobre quien se lleva el gato al agua en esos escenarios interclasistas, conviene leer El Gatopardo de Lampedusa para comprender que el estrato social que Marx denominó burguesía (y ahora llaman élites) es un transformista excelente, siempre dispuesto a cambiar algo para que nada cambie en realidad.

Y también es recomendable visitar la hemeroteca y comprobar que en décadas de gobierno de CDC (la coalición con Unió Democrática no es relevante), el beneficiario indiscutible de sus gobiernos ha sido la burgesía catalana que, por cierto, no le ha hecho ascos al estado español y ha apoyado claramente al gobierno del hoy aparente enemigo, el españolista Partido Popular.

Acaso lo sucedido sea que, especialmente cabreada la gente por el corte de mangas que fue la sentencia del Tribunal Constitucional que se cargó la reforma del Estatuto de Autonomía, se inclinó hacia la independencia de Cataluña como respuesta a sus problemas. Y, ante la visible eclosión del independentismo en la impresionante y masiva manifestación de la Diada de 2011, Mas y compañía cayeron del caballo camino de Damasco y se volvieron independentistas velozmente.

Da igual que finalmente el Parlamento de Cataluña elija a Raúl Romeva u otro como presidente en vez de a Mas, como ha propuesto la CUP. Mientras Convergencia sea el partido hegemónico de Junts pel si, el gobierno de Cataluña defenderá los intereses de la minoría rica. No es cuestión de personas. La cuestión es si se gobierna a favor del pueblo tabajador o de la minoría que controla y posee la economía.

Uno ya es muy mayor para creer en milagros y menos en conversiones fulminantes. Por eso, una independencia interclasista es más de lo mismo. Por un lado, la minoría poseedora de riqueza y sus siervos controlando las cosas en su beneficio. Y por otro, la mayoría, el pueblo trabajador, pasándolo regular, mal o muy mal y quizás una minoría de gente común que no esté mal del todo para usarlos como pantalla y simular que las cosas cambian y van bien.

Pero no es así, nunca ha sido así. Además, en tanto la Comisión Europea y su aparato euroburocrático se erijan como poder autoritario de la cada vez más antidemocrática Unión Europea de facto, al descarado servicio del sector financiero y de las grandes corporaciones, ¿de qué independencia hablamos? Sin olvidar que solo con el apoyo del 48% de la población votante, frente al 52% que prefiere otras formas de relación con España mejor que la independencia o ésta no por declaración unilateral, no parece muy legítimo ni inteligente arrancar un proceso independentista. Y aquí cabe recordar que, tras conocer el resultado de las pasadas elecciones catalanas, el portavoz de la CUP, Antonio Baños, dijo alto y claro a los medios que no habían ganado el referéndum y, por tanto, no cabía la declaración unilateral de independencia. ¿Lo han olvidado? ¿Lo han olvidado todos, incluido Rajoy y el nefato partido Popular, cuando no lo han utilizado de modo visible?

Al final será cierto lo que empieza a correr por los mentideros de enterados o que se creen enterados. Que todos juegan de farol y que, en verdad, lo que se busca no es la independencia próxima por un lado ni rodear y expulsar a los políticos independentistas por otro sino marear la perdiz y poder enrocarse cada uno en lo suyo, tal vez a la espera de un milagro, amén de beneficios electorales inmediatos. Y, como dijo ese hombre con pinta de niño que es Iñigo Errejón, Rajoy resultó ser el mejor director de campaña electoral de Mas y aliados y Mas el mejor director electoral de Rajoy y los suyos.

Y, para que se sepa también de que pie cojea quien este escrito suscribe, aún  archiconvencido de que Cataluña es una nación y tene derecho a ser tratada como tal, nunca me ha parecido la independencia de Cataluña la solución de nada, aunque considero sin atisbo de duda que el llamado ‘derecho a decidir’ es esencial en democracia. Qué significa que el pueblo trabajador diga lo qué quiere y cómo lo quiere sobre la forma de estado, relaciones con otros países o entidades políticas, política económica, como ha de ser la sanidad, la educación… ¿Acaso eso no es decidir?  Que la ciudadanía decida ¿solo ha der ser para indicar quienes son representantes políticos en el parlamento? ¿Cómo negar el derecho a decidir sobre todo lo que afecta a la gente, incluida la dependencia o independencia políticas? Si hay democracia, claro. Tal vez este escenario político que perpetró la nada modélica Transición no es más que una democracia limitada.  Y, si está limitada, ¿es en verdad una democracia?

Por otra parte, no me parece que en este mundo profunda y estructuralmente desigual e injusto la independencia política resuelva los graves problemas que soportamos, como los resolvió en parte en algunos lugares en el siglo XX. Por supuesto que no. Pero si uno cree que el derecho a decidir es indiscutible en democracia hay que preguntar a la ciudadanía si quiere o no independizarse, en el caso que nos ocupa. Derecho indiscutible de todas las ciudadanías es decidir en lo que les afecta. Por eso, si la ciudadanía de la Rioja o Murcia, por ejemplo, decidiera que quiere independizarse, me parecería tan legítimo como optar por continuar formando parte de España.

Lo de la democracia, cuando se toma en serio y sin aguarla ni disimulos, lleva muy lejos.

Esta Unión Europea, ni en pintura

El pueblo trabajador no se puede fiar ni un pelo de esta Unión Europea. No sirve ni es reformable. Pero otra Unión Europea es posible. Y necesaria. Otra Unión en la que primen las personas y sus derechos, las libertades y la democracia de verdad, no los intereses y beneficios de los banqueros con la democracia convertida en simulacro, en liturgia. En absoluto conviene a la ciudadanía esta Unión Europea que preside el oscuro Junckers y mangonea Merkel a su antojo, entre otros.

Muestra de la calaña de esta Unión Europea es que su mayoría parlamentaria conservadora apoya, jalea y aplaude a políticos como Mariano Rajoy y Viktor Orbán. Ocurrió en el reciente congreso del Partido Popular Europeo (PPE) celebrado en Madrid con más de 2.000 delegados de partidos conservadores europeos. Ahí fue aclamado el presidente español por sus correligionarios como «presidente del millón de empleos», eslogan con el que el congreso del PPE pretendía entronizar la trayectoria gubernamental de Rajoy. Sin embargo, tras ese lema más falso que un duro sevillano, las crifras sin trampa ni maquillaje revelan cuan fraudulento es hablar de salida de la crisis o de reducción real del paro en el Reino de España.

En España, la cifra de desempleados bajó casi 300.000 entre julio y septiembre, según la última Encuesta de Población Activa (EPA). Pero más de un tercio (116.000) de esa cifra no es gente que haya encontrado trabajo sino disminución de población activa. Se contabilizan menos parados porque hay menos población activa que computar, no porque se creen empleos. Además de que más del 90% de los mismos son temporales y precarios.

Los juegos malabares con números no ocultan la cruda realidad. Gran parte de la gente común del país lo pasa mal y otra parte lo pasa muy mal. Cuando empezó la crisis, los hogares en los que nadie tenía ingresos eran 365.300. Pero hoy ya son más de 720.000, casi el doble. Mientras los parados que llevan un año sin trabajo se acercan a tres millones. ¿Qué recuperación es esa? ¿Creación de empleo ? ¡Venga ya con cada vez más trabajadores pobres!

Poco a poco, dicen, hay que confiar y tener paciencia. En los ochenta, ante el paro, dolor y sufrimiento que causaron las reconversiones naval, industrial, agrícola y ganadera exigidas por Europa, el entonces presidente del gobierno, Felipe González, argumentaba que antes había que hacer crecer el pastel, aunque supusiera sacrificios, para poder repartirlo. Pero nunca se repartió pastel alguno; si acaso, migajas.

Actualmente, la última EPA certifica que la reforma laboral del PP ha destruido el equivalente a casi 900.000 puestos de trabajo a jornada completa. La misma EPA da fe de que no hay recuperación económica. ¿Cómo ha de haberla si se han trabajado 33 millones de horas menos? Porque casi un cuarto de millón de personas más que antes trabajan menos de cuatro horas. Y cobran mucho menos, claro.

Además, los parados tienen menor protección. Medio millón de desempleados más no perciben prestación. Sumados a los que había, ya son tres millones y medio los parados que no son ayudados por el Estado. Sin olvidar que, según la Red Europea contra la Pobreza, en el Reino de España que desgobierna el Partido Popular, la pobreza afecta ya al 29% de población. Y aún tienen la indecente desfachatez de elogiar a Rajoy como ‘presidente del millón de empleos’.

La otra vergonzosa cara de la moneda del congreso de los conservadores europeos han sido los fervorosos aplausos al primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. Orbán es un notorio fascistoide xenófobo que rechaza el derecho de asilo de los refugiados, sostiene que no pueden aspirar a vivir como austríacos o húngaros (porque no es un derecho, dice) y deben ser devueltos a sus países. Si acaso que “tengan allí la vida digna”, remata. Pero da la casualidad de que de donde huyen los refugiados es de países con guerras de las que Europa es responsable en gran medida, directamente o  por medio de la OTAN.

Si sumamos a los obscenos elogios a Rajoy y los aplausos a Orbán la vergonzosa incapacidad para acoger a los refugiados, más el vaciado evidente y creciente de la democracia, convertida en cachondeo, solo cabe concluir que esta Unión Europea no interesa en absoluto. No al pueblo  trabajador. Otra Europa es necesaria y hay que trabajar más y mejor para conseguirla.