Zorros e incendiarios ante la crisis

¿Vuelve Keynes? Así parece, vista las intervenciones estatales y el recurso al déficit público. Y, pues se cita a Keynes sin parar, recordemos que denunció la falacia de que el desempleo desciende si bajan los salarios y demostró que, cuando bajan los salarios, se reduce la demanda global, desciende la actividad económica y aumenta el paro. Pues el pleno empleo se logra con inversión, pero la inversión privada no pretende crear empleo, porque la búsqueda del enriquecimiento personal no anhela crear empleos. Busca obtener máximo beneficio en el menor tiempo y con el menor empleo posible. Por eso la inversión debe socializarse, enseñaba Keynes. Ahora, los dueños de bienes financieros y económicos necesitan dinero público en ingentes cantidades para salir del agujero que han creado. El Estado ha de salvar bancos y empresas, pero la propiedad debe quedar en sus privadas manos, pregonan. A estas alturas de la crisis, y de todas las crisis habidas, es evidente que el mercado no regula nada. Como demuestra el último siglo, el mercado es incapaz de aportar estabilidad por tiempo prolongado a la economía mundial, no solo por la feroz desigualdad que genera, sino porque desequilibra periódicamente el tejido económico-financiero. Nunca ha existido ese libre mercado proclamado, sino otro tramposo con intervención estatal a favor de la minoría rica y, cada vez con mayor frecuencia, en detrimento de la inmensa mayoría. La nefasta experiencia de gobiernos neoliberales (Reagan y Bush en EEUU, Thatcher en Reino Unido, Pinochet en Chile, la dictadura militar en Argentina, Aznar en España…) muestra a gobiernos interviniendo con descaro en beneficio de la minoría rica. Robin Hood a la inversa: quitar a los pobres para dárselo a los ricos; despojar a la mayoría para proporcionárselo a la minoría. ¿Qué otra cosa ha sido la obscena política de privatización del patrimonio público que ha empobrecido por activa o pasiva a tantos ciudadanos de muchos países en los últimos veinte años? Paul Krugman ha escrito que cuando Roosevelt preparaba su New Deal, dijo: «Hemos tenido que enfrentarnos a los tradicionales enemigos de la paz social: los monopolios empresariales y financieros, los especuladores, banqueros sin escrúpulos, los que promovieron los antagonismos, el secesionismo y quienes se enriquecieron a costa de la guerra». Ochenta años después, esa afirmación continúa atrozmente vigente. La inmensa mayoría, que sufre la crisis, tiene enfrente a esos sujetos, esa clase reducida y privilegiada. Los zorros que depredan el gallinero, los incendiarios que han prendido esta inmensa hoguera. Y, sin embargo, incluso gobiernos que pretenden ser de izquierdas (el británico de Brown, el español de Zapatero…) lo primero que hacen es ayudar a manos llenas a los zorros y a los incendiarios. Tal vez creyéndose la amenaza de que si ellos se hunden, se hunde todo. ¿Para cuando las soluciones que tienen en cuenta a la inmensa mayoría, la formada por las machacadas clases medias, la clase obrera y el campesinado? ¿Para cuándo la intervención estatal con dinero público asumiendo el reto de conducir la economía desde lo público en beneficio de lo público? El problema de zorros e incendiarios es que que sólo pretenden salvarse ellos, y además recuperar el escandaloso privilegio detentado. Son de tal calibre que ni siquiera están dispuestos a que algo cambie para que todo permanezca igual. En última instancia la cuestión no es si hay que aplicar políticas keynesianas (que pueden tener retranca y trampa) sino al servicio real de quién son las intervenciones de los estados. Y sobre qué valores se aplican y realizan. Por fortuna, la crisis también acaba con cegueras, como ha hecho con el presidente del FMI, Strauss-Khan, quien ha convocado a acabar con la distribución de dividendos, reclamado dinamitar los paraísos fiscales y despedir a los ejecutivos de las instituciones financieras que han provocado la crisis. No todo está perdido.

Los incendiarios no pueden ser bomberos

La crisis se agrava ahora porque la banca no presta suficiente dinero, pero los gobiernos les han inyectado e inyectan miles de millones de euros. La Comisión Europea ha acusado a los bancos de prolongar la crisis por no conceder créditos y los ministros de economía de la Unión Europea les han pedido formalmente que presten dinero para reactivar la economía. El ministro de Finanzas de la República Checa (país que preside la Unión hasta julio), Miroslav Kalousek, ha aclarado que “la recapitalización bancaria no ha de servir para cumplir las necesidades de capital, sino para prestar dinero a la economía real”. El dinero que los gobiernos dan a la banca no es para resolver sus problemas de balances sino para reflotar la economía productiva.

 

En la Unión Europea y en Estados Unidos se conceden menos créditos. Es un hecho. Y también lo es que las empresas y el consumo se resienten severamente y la crisis se agrava. ¿Por qué la banca presta menos? Los banqueros dicen que la producción industrial ha caído, el paro ha subido y el consumo descendido, por lo que es prudente frenar el crédito. ¿Cae la demanda industrial y el consumo, y ello motiva que no se den créditos? ¿O no conceder créditos provoca la caída de la demanda y del consumo?

La banca presta mucho menos dinero que hace un año. ¿Acaso, como dicen los críticos y heterodoxos, los bancos guardan bajo el camuflaje de la prudencia la liquidez lograda con ayudas gubernamentales para atender los vencimientos futuros de su deuda?

 

Recordemos el inicio de la crisis en Estados Unidos, cuando la banca concedía préstamos hipotecarios a cualquiera. La prudencia brillaba por su ausencia. Y también ocurría al otro lado del Atlántico, lo que nos permite concluir con el catedrático español de economía Juan Torres que “hubo codicia de los banqueros por colocar todos los créditos posibles”. A quien fuera. La banca estadounidense y la europea construyeron una enorme burbuja financiera que reventó liquidez y solvencia. En España, por ejemplo, en seis años (hasta 2008) el crédito concedido por bancos y cajas de ahorro pasó de 700.000 millones de euros a casi dos billones de euros. Pura prudencia.

 

Entonces crearon esta burbuja, origen de la crisis, y ahora ahogan la economía no soltando un duro. Pero por lo visto hay que rescatarlos, porque de otro modo, se hunde todo. ¿No?

 

El Nobel de economía Paul Krugman denuncia que “los planes para rescatar el sistema bancario son ‘socialismo amargo’: los contribuyentes pagan la factura si las cosas salen mal, pero los accionistas y los ejecutivos reciben los beneficios si las cosas salen bien”. Y ha recordado que las ampliaciones de capital se hacen vendiendo acciones a inversores a cambio de participar en la propiedad del banco. ¿Por qué cuando los gobiernos amplían capital de los bancos (que eso son los monumentales rescates financieros y no otra cosa) los bancos ‘rescatados’ no ceden la parte de propiedad correspondiente al dinero dado por los gobiernos?

 

Quizás la respuesta esté en el nunca demostrado mito de que lo financiero público es deficiente y malo. Lo que no deja de sonar a chiste, habida cuenta de que el actual desastre económico lo han causado unos miles de incompetentes (cuando no algo peor) altos ejecutivos y directivos bancarios y financieros de Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Son mejores los gerentes privados que se las han logrado perder más de un billón de euros en muy pocos años?, se pregunta Paul Krugman.

 

En la agudización de la crisis y fijándonos en la sequía de créditos, “los bancos han dejado de desempeñar su función propia: en lugar de dar combustible a la economía, prácticamente roban el carburante que queda en la misma”, ha denunciado el economista Juan Torres. Y ha remachado que “mientras no se tomen medidas para poner fin a la causa de los males es imposible evitar que la economía se despeñe estrepitosamente”.

 

¿Qué medidas? Que los gobiernos no se limiten a dar más y más dinero a los bancos. Tal vez debieran, siquiera temporalmente, hacerse ellos con los resortes financieros y ponerlos al servicio de empresas y consumidores. Directamente. Porque, con lo que conocemos ahora de banca, banqueros y sus responsabilidades a ambos lados del Atlántico, parece suicida encargar a los pirómanos que apaguen el incendio.

Expertos, augures, agoreros y especies similares

Crisis, crisis, crisis… ¿Acaso no hay más? En la pertinaz crisis nada es inocente. Ni siquiera su enunciado. Ni la información sobre la misma. Pero hay un juicio exacto, formulado por el Nobel de Economía Stiglitz: “Los bancos asumieron riesgos excesivos. Los empresarios se endeudaron demasiado. Los reguladores permitieron todo. Y ahora los contribuyentes han de acudir en su ayuda para limpiar toda la basura”. En Davos, en el Foro Económico Mundial, banqueros, directivos financieros, empresarios y políticos profesionales cómplices necesarios… han entonado el ‘mea culpa’ y golpeado el pecho arrepentidos. “Honestamente, no sabemos qué ocurrirá”. “Las próximas noticias serán peores”. “Riesgo de escalada proteccionista. “La crisis provocará problemas sociales». Y, a continuación: ¡El triunfo del mercado era falso! ¡Regulación! ¡Que el Estado rescate! Están asustados, aterrados, pero no tienen el menor propósito de enmienda. Lo dijo alto y claro el especulador financiero George Soros: «El papel del Estado es ahora fundamental, pero ésta es una situación de emergencia, temporal». Es decir, cuando la crisis se resuelva, el Estado a casita. Y la minoría rica, que mayoritariamente ha creado la crisis, a mangonear la economía. Y las primeras páginas de los periódicos y cabeceras de informativos radiofónicos y televisivos compiten en tremendismo. La actividad industrial se hunde en EEUU. La venta de coches se hunde. El euro y la inflación europea se despeñan. El fantasma de la deflación se aproxima. El paro rebasa la barrera de tantos millones. La recesión triplica suspensiones de pagos La producción industrial se desploma. Esto se hunde. Aquello se hunde y lo de más allá, también… ¿Por qué se equivocaron y equivocan tanto los presuntos expertos en economía? Ningún economista de los muchos que proliferan fue capaz de predecir la crisis un año antes. Ni siquiera meses antes. Ni semanas antes. Ni por asomo. Y son miles. De igual modo, los «expertos» de principios del siglo XX no lograron pronosticar el desastre del crack de 1929. Los cogió por sorpresa. Ni lo olieron. Pero después, cuando estalló, tampoco fueron capaces de analizar su magnitud y duración. Y continuaron metiendo la pata estrepitosamente, como muestran declaraciones de “expertos” entonces: «El final del bajón del mercado de valores sólo se hará esperar unos días. Para el futuro, las perspectivas son brillantes. La tormenta financiera amaina definitivamente. El crack apenas repercutirá en el mundo de los negocios. El año 1930 será espléndido para el empleo. El mercado sigue leyes económicas naturales y no hay razón para que la prosperidad no continúe durante años al mismo nivel, o más…” Tal vez la explicación a tanta necedad y error esté en la clasificación que John Kennet Galbraith hace de los ‘expertos’ en economía: «Los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso». Aunque quizás se aproxime más a la verdad lo escrito por Sasan Fayazmanesh, profesor de economía de la Universidad estatal de California: “La economía es una disciplina científicamente subdesarrollada, desvergonzadamente dominada por la pura ideología”. La ideología de la defensa a ultranza del sagrado mercado pretendidamente libre, por supuesto. El caso es que se juntaron el hambre con las ganas de comer. Se unieron en torpe alianza los presuntos expertos con los agoreros y los augures del pesimismo. Más los torpemente interesados. Y la crisis y el temor a la crisis, el pánico por la crisis y el aprovechamiento de la crisis para ajustar cuentas y despedir masivamente, se expandieron por el mundo. Sobre todo el mundo desarrollado y rico. Y, sin embargo, los pánicos financieros y los desplomes económicos severos, las crisis, no son nada nuevo en la economía capitalista. La historia del capitalismo nos muestra una y otra vez como se repiten cansinamente crisis monetarias, financieras, económicas… Cuatro crisis serias sólo en el siglo XX y otra en el inicio mismo del XXI, más la actual. Porque lo que falla es el sistema, un capitalismo que habría que jubilar ya. Otra cosa es que no sea sencillo ni fácil. Y al final, para compendiar todo lo que pasa, conviene regresar al humor de El Roto en un oscuro chiste en el que un varón sombrío del que se vislumbra oscura silueta dice: “Asustadles con la crisis para que no reclamen”.

Otra América Latina

Chávez y Uribe, presidentes de Venezuela y Colombia se reunieron para firmar acuerdos comerciales, crear un fondo de 200 millones de dólares para afrontar consecuencias de la crisis y, sobre todo, cimentar nueva confianza entre ambos países. También ha llegado recientemente a acuerdos Brasil con Venezuela, pero eso no es nuevo, porque desde 2007 Lula y Chávez se reúnen trimestralmente para avanzar en la cooperación entre ambos países. Esta vez han firmado acuerdos de colaboración científica, agropecuaria y energética con el compromiso brasileño de transferir tecnología a Venezuela.

 

Cristina Fernández, presidenta de Argentina, ha suscrito también acuerdos con Venezuela, que incluyen transferencia de tecnología, y ratificado la posición común de esos gobiernos en el proceso de integración de las economías de ambos países. Cristina Fernández ha agradecido a Venezuela “la ayuda a las finanzas argentinas cuando el país carecía de acceso a los mercados de capitales”.

 

Ha ocurrido poco antes de que Cristina Fernández se reuniera en La Habana con el presidente Raúl Castro, también para firmar convenios de cooperación entre Argentina y Cuba en ciencia, tecnología, comercio, salud y energía. La visita a Cuba de Cristina Fernández fue precedida por la del presidente de Panamá, Martín Torrijos, y también por la del presidente de Ecuador, Rafael Correa. En próximas semanas o meses visitarán Cuba los presidentes de México, Guatemala, y Honduras, más la presidenta de Chile, Michelle Bachelet.

 

Varios observadores interpretan esas visitas a Cuba con sus correspondientes acuerdos de colaboración  como un mensaje al elegido presidente de Estados Unidos, Obama: Cuba es América Latina y no es de recibo olvidarla, ni valen embargos.

 

En abril de 2008 ganó la presidencia de Paraguay Fernando Lugo, candidato de Alianza Patriótica para el Cambio; hace unos días en El Salvador venció el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en las elecciones municipales y de diputados para la Asamblea Legislativa. También en Uruguay gobierna la izquierda… Hoy, casi todos los gobiernos latinoamericanos son progresistas. Desde el rosa hasta al rojo, como ha escrito algún analista.  

 

Tal parece que América Latina avanza y deja de ser el patio trasero de Occidente y especialmente de EEUU, y se afianza con el reforzamiento de las instituciones de integración regional como Mercosur y Unasur (Unión de Naciones Suramericanas). Además de propuestas como la de Brasil de crear un Consejo de Seguridad Latinoamericano, o la de Ecuador de establecer una Organización de Estados Latinoamericanos, que dejaría sin trabajo a la actual OEA (Organización de Estados Americanos) en la que están Estados Unidos y Canadá, pero no Cuba.

 

Lo ha dicho Henrique Cardoso, ex presidente de Brasil: “Pasó el momento en que América Latina era asistida por EEUU”. 

 

Dos signos, dos expresiones de esa otra América Latina. El presidente de Bolivia, Evo Morales, proclamó hace poco que su país es el tercero de América Latina que se libera del analfabetismo, tras una intensa campaña de treinta y tres meses que ha permitido entrar en el mundo de la lectura y la escritura a más de 800.000 bolivianos. Una campaña posible por el trabajo de miles de voluntarios bolivianos… y venezolanos y cubanos. América Latina solidaria.

 

La otra expresión de esa otra América Latina integrada se dio en septiembre del año pasado. Los presidentes de las naciones suramericanas (Unasur) apoyaron con firmeza al presidente de Bolivia cuando las provincias ricas de este país amenazaron con una secesión violenta, más que bien vista por la Administración Bush. Evo Morales dijo que era la primera vez en quinientos años que América Latina tomaba su destino en sus manos sin interferencias de Europa o Estados Unidos.

 

Esa otra América Latina no sólo conviene a los latinoamericanos. También a los demás, porque aporta progreso y voluntad de igualdad. Más allá de los caracteres, peculiaridades y errores de sus mandatarios.

 

Y una observación: Si la información que uno tiene sobre Bolivia, Argentina, Venezuela o Ecuador, por ejemplo, sólo llega por medios de cierto poderoso grupo de comunicación con un diario muy prestigioso, una cadena de radio y televisión, hay que ponerla en solfa. No es fiable sino interesada; es decir, que responde a los intereses de ese grupo no de la verdad informativa.