Un sistema gangsteril

Según la ONU, el crimen organizado supone el 3,6% del Producto Interior Bruto mundial. Y el blanqueo de dinero de ese crimen por el sistema financiero es el 2,7% del PIB mundial. En 2009, 1 billón seiscientos mil millones de dólares criminales entraron en el sistema financiero para blanquearse. Y se quedaron. Sólo se descubrieron e incautaron algo más de 300 millones de dólares (un 0, 2%). Calderilla. ¿Por qué será?
La economía criminal global es tráfico de drogas, personas, vida silvestre, órganos y armas; extorsión, fraude y robo. Los gángsters amenazan, extorsionan, prestan con intereses usurarios, recurren a la violencia física, fuerzan o alteran muchas vidas, eliminan competidores, personas molestas o testigos, rechazan toda regla o control… Solo conseguir grandes beneficios. Solo ganar más, siempre y como sea.
La ONU ha convocado congresos y convenciones para luchar contra el crimen organizado, pero no se avanza. ¿Por qué? Como asegura el magistrado Jean de Maillard, “sistema financiero y criminalidad organizada se refuerzan mutuamente”. Porque quienes forman la economía criminal global hacen muy suyo el dogma neoliberal. Y el capitalismo neoliberal ha hecho posible el crecimiento de la economía criminal global. Una progresión criminal de tal volumen que las economías de muchos países (Italia, Rusia, Colombia, México, Perú, Turquía, Birmania, Afganistán, Tailandia, Japón, Taiwán, Honk Kong, Austria, Luxemburgo…) no se comprenden sin las redes criminales actuando en ellas. Claro que la economía criminal existe también porque hay paraísos fiscales, cuentas corrientes secretas, secreto bancario y movimiento de capitales financieros sin control ni reglamentación alguna. ¿Algún gobierno de país rico, FMI, Banco Central o similar ha mostrado interés real en cambiar tal situación?
En otro orden de cosas, aparentemente diferente, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, antaño era el encargado de Golden Sachs para vender en Europa productos financieros “Swap”. Por ejemplo. Unos “Swaps” que permitieron maquillar la deuda griega para que Grecia cumpliera (aparentemente) los requisitos para ingresar en la zona euro. Draghi vendía “Swaps” y el gobernador del Banco Central de Grecia, Lucas Papademos, los compraba. Papademos es hoy jefe del gobierno griego, impuesto por FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea. ¿Sorprendente?
En una secuencia de Cayo Largo de John Houston, amenaza tormenta en los cayos de Florida. Y varias personas permanecen encerradas en un hotel: unos gángsters con su jefe (Johny Rocco), el dueño del hotel, su nuera y un oficial americano que regresa de la Segunda Guerra Mundial. En un momento de tensión, el soldado pregunta a nadie: “¿Qué quiere Rocco?” Y se responde: “Quiere más”. El gángster asiente: “Eso es, quiero más”. El oficial pregunta de nuevo: “¿Alguna vez tendrá Rocco bastante?” Y el gángster no le deja continuar: “Nunca tengo bastante”.
Banca internacional, fondos de inversión, especuladores financieros todos, FMI, BCE, Comisión Europea… nunca parecen tener bastante. Estrujan a Grecia hasta sacarle la última gota; acogotan a España forzando más recortes; lo mismo con Portugal, Italia… Realmente, nunca tienen bastante.  ¿Y después?
No reactivación económica, ciertamente. Las consecuencias las conocemos de tiempo. Cientos de miles, sin casa; aumentan paro y pobreza en Europa (115 millones de ciudadanos en riesgo de pobreza o exclusión social), millones de familias forzadas a una economía de guerra, aumentan un 40% los suicidios en Grecia…
Pero no todo es negativo, hombre. El Banco Central Europeo ha donado a la banca europea un billón de euros al 1% en los últimos cuatro meses. ¿Fluye el crédito de nuevo a las empresas y se reactiva la economía? Pues no, porque los bancos compran deuda de los estados y, con la inestimable ayuda de las oscuras agencias de rating, ganan 3 o 4% sin hacer nada.
Si, como el cine negro nos ha mostrado, gangsterismo es buscar y conseguir como sea el mayor beneficio posible, recurriendo a la violencia, soborno, engaño, malas artes, coacción y chantaje; sin reparar en nada para ganar dinero y más dinero; nunca tener bastante y rechazar de plano cualquier sombra de control o regulación… me da en la nariz que este sistema capitalista neoliberal es bastante gangsteril.
Y eso sin referirnos a las connivencias del sistema financiero con la economía criminal global, lavando su dinero sucio y otras gentilezas.
Un sistema bastante gangsteril

El capitalismo no casa con los derechos humanos

En España hay en marcha más de 350.000 procesos de ejecución hipotecaria y, desde 2007, ya se han ejecutado más de 300.000. En plata: cientos de miles de personas se han quedado sin vivienda por no poder pagar la hipoteca y muchos miles más se quedarán sin hogar. Mientras tanto, hay tres millones de pisos vacíos que no se venden. Una perversa paradoja. Pero lo peor, tras quedarse sin casa, es que muchos de quienes han sufrido un desahucio aún deben grandes cantidades a los bancos.
Por ello, una reivindicación fundamental de la asociación ciudadana Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es que la entrega del piso cancele la deuda. La dación. Ahora el Gobierno del Partido Popular dice que abre la puerta a esa dación en pago. Pero es un brindis al sol. Porque no es una ley que obligue sino un código de buenas prácticas al que los bancos pueden acogerse. O no. Según la PAH, ese código es una falta de respeto hacia los perjudicados por ejecuciones hipotecarias porque, con los requisitos necesarios para poder cancelar la hipoteca entregando el piso, la inmensa mayoría de familias afectadas quedan fuera. Requisitos como que toda la familia esté en el paro, una cuota hipotecaria superior al 80% de ingresos familiares netos, la deuda enjuagable por piso a partir de cierta cantidad…  Una tomadura de pelo.
La dación en pago existe en otros países; si se implantara de verdad (no con las trampas de ese código de buen rollito del Partido Popular), ¿qué pasaría ntonces con las 300.000 personas ya desahuciadas, muchas de las cuales continúan soportando una considerable deuda hipotecaria?
Como ha denunciado Raquel Rolnik, relatora especial de Naciones Unidas por el derecho a la vivienda, el problema (que no es un problema español ni mucho menos) está en que “la vivienda se ha convertido en una mercancía para acabar siendo un activo financiero. Pero la vivienda no es un activo financiero, la vivienda es un derecho humano”.
La cuestión de la vivienda no es algo aparte como una isla. Si hay más desahucios es porque aumenta la pobreza; ya casi un 22% de población en España. Una cifra de escándalo. Tampoco es ajeno a los desahucios que millón y medio de familias tengan a todos sus miembros en paro. Además, entre quienes sufren pobreza, hay casi un millón de personas con empleo, pero aún así son y viven como pobres. Hoy los pobres aún son más pobres.
Paro, pobreza y vivienda no son solo problema de España. Por supuesto. A modo de muestrario, en Reino Unido las familias sin hogar aumentaron en 2011 un 14% y las que solicitaron ayuda tras ser desahuciadas por los bancos aumentaron un 44% el mismo año. Casi el 13% de las familias griegas no tienen ningún ingreso y desde 2008 son muchas más las personas sin hogar: hay un 25% más de ciudadanos sin techo. Miles de griegos viven en la calle, personas con buena educación que tenían casa y trabajo hoy viven a la intemperie. El paro llega al 11% en Portugal y el 20% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza… Podríamos repasar toda la Unión Europea y hallar situaciones iguales o muy parecidas. A pesar de que el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos afirma que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure el bienestar y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda…”.

Como asegura Rachel Rolnik, la vivienda es una cuestión de derechos humanos. Pues resulta que España, como casi todos los países de la Unión Europea, ha firmado y ratificado los acuerdos y tratados de la ONU sobre derechos sociales. ¿No presumía Europa de ser la tierra de los derechos humanos? Por cierto, firma y ratificación obligan tanto que esos tratados han de hacer cambiar, en función de su contenido, las leyes nacionales. Pero no es así.
Y respecto a la obligatoriedad de los tratados de derechos firmados y ratificados, comparemos para saber de qué hablamos. Por ejemplo, ¿creen que una mujer puede estar solo un poco embarazada? Absurdo. O lo está o no lo está. Pues con los derechos humanos ocurre algo similar: se respetan o no. No hay término medio.
Un sistema que acepta tranquilamente (en realidad promueve) el empobrecimiento progresivo de la población, así como violaciones sistemáticas de derechos de cientos de miles de ciudadanos en unos casos y millones en otros es un sistema de delincuentes, un sistema gangsteril. Y tal sistema no tiene la menor legitimidad ante la ciudadanía.

Sembrar en el desierto

Stephane Hessel escribió el manifiesto “¡Indignaos!” a finales de 2010 y, en 2011, la indignación se concretó en acampadas en las plazas de más de setenta capitales españolas, que se extendieron a Europa y otras regiones. Nacía el movimiento de “indignados”, el 15 M. Porque, como ha escrito Ovejero Lucas, “los ciudadanos hemos visto violados acuerdos fundamentales; empresas y hogares se han encontrado con fuentes de financiación cerradas; los trabajadores con peores condiciones laborales, y el Estado de derechos sociales, desmantelado”. ¿Qué hacer? Josep Ramoneda recuerda un graffiti que decía: “Indignarse no es suficiente” y una pancarta que aseguraba que “la indiferencia es un arma de destrucción masiva”. La indiferencia no va a ninguna parte, continúa Ramoneda, y la indignación cambiará las cosas si se hace política, cabe añadir. Hacer política que nada tiene que ver con la partitocracia de formaciones que gobiernan o esperan hacerlo; ellos han roto la baraja y vaciado la democracia. Nosotros hemos de hacer política para recuperar al democracia

Hacer política no es entrar en el juego de esos partidos. Hacer política también es poner en la picota el actual sistema formal, opaco, distorsionado, cada vez menos democrático. Pero hacer política. Otra política. Sin «buenismos» ni ingenuidad.

Como propone José Luis Sampedro, hacer política empezando por tomar conciencia del desastre actual, no tolerarlo y esgrimir siempre nuestros derechos. Sin ira, organizados, por todos los medios. Y proclamar que ciudadanas y ciudadanos somos los depositarios del poder político, que la soberanía reside en el pueblo y de el surgen los poderes del Estado. No al revés.

Además, dudar de toda explicación que venga del poder político y económico actuales, porque mienten cuanto respiran. Y, por tanto, es necesario informarse en diversos medios, recurrir a la Red, contrastar y comprobar la fiabilidad de fuentes y medios. Las web de grandes ONG (Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Greenpeace, Oxfam, Solidarios para el Desarrollo…), por ejemplo, son fuentes fiables y buenas referencias para establecer la credibilidad de otros medios. Webs y blogs de asociaciones vecinales, entidades ciudadanas, de trabajadores y solidarias suelen aportar información fiable.

Difundir información veraz sobre lo que nos afecta, explicar las causas de los problemas y señalar responsables. Y enfrentarnos a la falsedad, la manipulación y el engaño, proclamando las cosas como son. No discutir, sólo explicar lo que es verdad: que no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que no tiene que haber recortes para remontar la economía (más bien lo contrario), que es un embuste que lo privado sea mejor que lo público, que es falso que una reforma laboral que viola derechos cree empleo… Siempre contra la mentira, en cualquier escenario.

Conseguir buena información y difundirla es un primer paso para hacer política. Organizarse, movilizar con talento, y a renglón seguido, elaborar y proponer otras salidas, otras medidas para hacer posible otro país, otra sociedad. Y empezar a conseguir algún poder, desde los barrios… hasta donde se pueda.

¿Utopía? Moncef Marzouki, médico y opositor tunecino, dice a ese respecto: “Vengo del desierto y vi a mi abuelo sembrar en él. Siembras en tierra árida y esperas. No sé si has visto el desierto tras la lluvia: es un vergel. Un día, marchas sobre tierra quemada, pero luego llueve y te preguntas cómo ha ocurrido para que nazcan tantas flores, tanto verdor. Porque las semillas estaban ahí. Hay que sembrar incluso en el desierto. Siembro y, si mañana llueve, bien, y, si no, los granos están ahí. Para cuando llueva”.

No es poesía, aunque lo parezca. No es ingenuidad. Es un camino. Y a menudo la poesía es lo mas real.

Como real es que el Banco Central Europeo, por ejemplo, desde diciembre haya dado un billón de euros a interés de risa a la banca europea para que especule con la deuda de los estados, mientras crecen paro y pobreza pero no cede la austeridad. Nazaret Castro diagnostica que “en España, en Europa, nos la jugamos ahora. Es el asalto final del neoliberalismo. Nosotros decidimos si vale la pena luchar”. Y, como ha escrito Daniel Ellsberg, “si miras la Historia, hubo momentos en los que parecía imposible que se aboliera la esclavitud o se reconocieran derechos a las mujeres. Pero las cosas cambian. Cambian si la gente las cambia. Nunca cambian solas”.

A los diez meses de que surgiera, el 15 M es el principio de una ardua y larga lucha para acabar con la degradación de la democracia y con la tiranía financiera y sus devastadoras consecuencias. Haciendo política. Es lo que toca.

Responsabilidad de los medios informativos en la crisis

Una diputada del parlamento de Navarra osó afirmar, en medio de esta recesión y paro que no cesan, que “todos somos en parte responsables de la crisis porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Mentirosa o muy indocumentada, lo malo no es que esa presunta representante ciudadana dijera tal estupidez; lo perverso es que de una o otra forma muchos medios de comunicación lo dejan caer al ¿informar? sobre crisis, déficit público o recortes presupuestarios sociales. Con las peores intenciones, claro.
De igual modo, al reseñar reformas laborales e implacables ataques contra las pensiones, la sanidad y la educación públicas, los presentan como inevitables para recuperar la actividad económica y crear empleo; mientras anuncian sin el menor rubor la bondad de rescatar la banca con enormes cantidades de dinero público (dinero de todos, dinero de nuestros impuestos), aunque con tantas inyecciones de liquidez el crédito no fluya ni a tiros, mientras empresas y usuarios languidecen hasta hundirse.
No cabe la menor duda de que en el desastre que sufre la ciudadanía europea, sometida a la dictadura del poder financiero, los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad. No es que el antaño llamado cuarto poder (la acción vigilante de la prensa en defensa de la democracia) haya desaparecido del todo, sino que además la mayoría de medios presuntamente informativos están enfangados en esa inmensa estafa que es la crisis. En derecho penal los calificarían como “cómplices necesarios”.
Ignacio Ramonet escribe que, paradójicamente,  vivimos un estado de inseguridad informativa permanente porque, aunque prolifera la información, no es fiable. Triunfan la especulación y el espectáculo: la puesta en escena es más importante que verificar los hechos y contrastarlos. Como dice Pascual Serrano, especialista en análisis de medios, tal vez prensa, radio y televisión “no mienten sistemáticamente, pero el panorama actual de desinformación, retorcimiento de la realidad y ocultación de la misma hace que vivamos una gran mentira”. Por supuesto en beneficio de intereses financieros, empresariales e ideológicos muy concretos.
Muchos medios distraen la atención ciudadana de los problemas que les afectan con un alud de información insignificante. Las páginas de los medios impresos y, sobre todo, espacios radiofónicos y televisivos están repletos de ocultaciones más distorsionesde de los hechos y situaciones, además de mucha pulsión emocional, pero muy poca reflexión. Demasiados medios ocultan, manipulan, tergiversan o distorsionan la realidad de lo que ocurre a mayor gloria y beneficio de la minoría que somete al mundo. Y en Europa, muchos medios insisten hasta el empacho en que lo prioritario es rebajar el déficit de los estados, cuando los hechos, los datos y los estudiosos más sabios de la economía (que no están a sueldo de la banca o similar) demuestran y argumentan que lo imprescindible es regular los llamados mercados, frenar la especulación financiera, subir los impuestos a los ricos, luchar más y mejor contra el fraude fiscal de los poderosos y acabar con los paraísos fiscales. Pero sobre tales cuestiones, la mayoría de medios pasan de puntillas.

Sin entrar en el ataque inmisericorde de los grandes medios al ¿informar? sobre países que no siguen la senda del dogma neoliberal, cual pueden ser Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina e incluso Brasil. Países a los que esos medios acusan de tremendas consecuencias para la democracia por las medidas de sus gobiernos, medidas que siempre tienen que ver con sus intereses como grandes grupos empresariales de comunicación. Como señala Aparicio Tóvar“sorprende que tan altruista preocupación por los valores democráticos nunca lleva siquiera a preguntarse por la suerte de los trabajadores, de las personas comunes y corrientes, de esos países cuya vida es tan difícil”. Algo huele a podrido en el reino de la información.
Por cierto, sobre el embuste de que la gente ha vivido por encima de sus posibilidades, es justo lo contrario. Mucha, muchísima gente, lleva años viviendo por debajo de como tiene derecho a vivir, soportando que vulneren sus derechos. La gracia de tales infundios de vivir por encima de bla, bla, bla… es que la minoría que domina el mundo (con la evidente ayuda de muchos medios) mata dos pájaros de un tiro: como todos somos responsables, los culpables de verdad se escapan de rositas. Y, como todos somos culpables, ahora los de abajo hemos de pagar con recortes y pérdida de derechos. Sin rechistar.
Pero es completamente al revés. Pero eso no ocupa los titulares de los medios; las violaciones de derechos que suponen la pobreza y un capitalismo especulativo y voraz no merecen portadas, salvo si se trata del derecho a la libertad de expresión. La de ellos, claro. ¿Y el derecho a la información dónde queda? Se echa en falta honestidad, veracidad y pluralidad al informar. Y, sobre todo, compromiso con la democracia de verdad y la justicia. La ciudadanía ha de reconstruir el cuarto poder con otras herramientas, otros actores y otros horizontes.