Claro que podemos

Es frecuente oír con amargura que nos machacan. Que es inútil denunciar injusticias y fútil desvelar el saqueo que nos empobrece. Que es infructuoso manifestarse porque al gobierno y a las instituciones de esta democracia vacía les da igual. Que no nos temen. Pero ese quejío solo demuestra que hay pesimismo, desistimiento. No significa que no haya nada que hacer y menos aún que nada se haga.

¿Por qué no estamos en la calle con lo que pasa? es lamento frecuente. Porque, a pesar de todo, aún hay mucha gente que tiene algo que perder. Y, mientras así sea, no se vence el miedo. Y, sin vencer el miedo, no hay cambio social que valga.

Sin miedo se sale a la calle, se ocupa pacífica y masivamente, se planta la ciudadanía, desobedece y cambia las cosas. Olga Rodríguez ha escrito un excelente libro sobre las revueltas árabes titulado Yo muero hoy. Tremendo título. Porque fue lo que decía mucha gente concentrada en la plaza de Tahir, en El Cairo, los últimos días de la batalla contra la dictadura de Mubarak: Yo muero hoy. Pero aquí aún queda mucho trecho para que mucha gente tenga esa actitud. No morir, sino arriesgar, jugársela.

No salen masas a la calle porque mucha gente parece tener aún los mismos valores y principios del sistema que nos explota, engaña y reprime. Ganar dinero y poseer muchas cosas materiales es fundamental; la competitividad es buena, imprescindible; la clave es el crecimiento, hemos de crecer para crear empleo; ha de aumentar el consumo… Y así hasta completar casi todo el dogma neolibral. Creencias, nunca verdades.

No se pone en cuestión este sistema capitalista ni la injusta y desigual sociedad que ha engendrado. Incluso hay quien cree que la solución sería volver a 2007, antes de que empezara este tormento de crisis. En nuestro país, además, tampoco se cuestiona el régimen monárquico neoliberal, bipartidista, corrompido y cada vez más autoritario que mangonea España.

Que la intención de voto según un sondeo reciente sea 33,5% para el PSOE y 32% para el PP (más allá de las trampas que “cocinan” las cifras), indica con claridad meridiana cuanta gente equivoca la diana. El camino para cambiar esta sociedad, pues, es largo y difícil.

Por eso no sale la gente a la calle. Que solo la mitad de la población cuestione la monarquía a estas alturas indica el aún reducido nivel de conciencia crítica que hay. Y la conciencia crítica no se improvisa. Pero, a pesar de todo, se avanza y la situación es mejor que antes del 15 M, por ejemplo. Porque transformar la sociedad y el país no es una carrera de velocidad, sino una maratón.

Porque los cambios necesitan tiempo, Marzouki (que ha vivido luchando por la democracia en Túnez) nos cuenta lo que aprendió de su abuelo que sembraba en el desierto. “Se siembra en tierra árida y esperas. Si llueve, hay cosecha, porque el desierto, tras la lluvia, es como Asturias. Caminas sobre tierra quemada, pero, cuando llueve, uno se pregunta cómo ha sido posible: flores, vegetación, verdor… Porque las semillas estaban ahí.” Sembrar es aumentar la conciencia crítica, organizarse, construir la unidad, trabajar la vía electoral de abajo a arriba… para transformar esta sociedad a otro mundo posible, más justo y decente.

Se avanza. No es la victoria total, pero se ganan batallas. En Burgos, el ayuntamiento ha renunciado a construir un bulevar y parking subterráneo, tal como reivindicaban los vecinos y vecinas del barrio de Gamonal. Y en Madrid, el gobierno de la región da marcha atrás en la privatización de seis hospitales públicos, tras largo tiempo de lucha intensa y sin desfallecer. La PAH ha logrado numerosas victorias, evitado desahucios, alojando a desahuciados en viviendas ocupadas… y ahora,  Joaquín Colubi Mier, titular del Juzgado de 1ª Instancia 7 de Avilés, ha suspendido en su jurisdicción todos los desahucios hasta que el Tribunal Constitucional resuelva si son o no constitucionales.

Se avanza. Pero hay que quebrar el desistimiento que surge en ocasiones. Como escribe Monedero, “para el régimen es esencial impedir que el pueblo salga del sopor conformista y también que crea que no hay nada que hacer. Porque el poder sabe la potencia de la ciudadanía indignada. Y nos tiene más miedo del que imaginamos. ¿De no ser así, por qué aprueban ahora una ley de seguridad ciudadana que convierte en delito casi cualquier protesta en el país con menos delincuencia de Europa? Porque el régimen borbónico bipartidista del 78 sabe que su situación en España está sujeta con pinzas. Y si empezamos a decir que sí se puede…”

Claro que se puede. Como cuenta El Roto en una de sus agudas ilustraciones: No dejéis que salgan a la calle, no sea que se den cuenta de los muchos que son. Y Gandhi nos enseñó que “siempre ha habido tiranos y, por un tiempo, parecían invencibles. Pero siempre caen. Siempre.

Todo cambio parece imposible hasta que se logra, decía Mandela. Pasó 27 años en la cárcel, pero logró una Sudáfrica libre de apartheid. Cuestión de esperanza.

Claro que podemos.