La revolución ciudadana empieza en países musulmanes

Cuando el 17 de diciembre Mohamed Bouazizi se prendía fuego, en protesta porque la policía de la dictadura de Ben Alí le había confiscado su puesto de frutas, nadie imaginaba que sería el inicio de una nueva revolución ciudadana.

Túnez y Egipto se rebelan contra sus regímenes; miles de marroquíes salen a la calle y exigen reformas políticas; en Argelia el gobierno autoritario sofoca las manifestaciones con un enorme despliegue policial; en Libia, la ciudadanía exige que Gadafi y su régimen desaparezcan; en Bahrein, los ciudadanos se manifiestan por la democracia y la monarquía responde matando; en Jordania, se manifiestan y el rey promete reformas; en Yemen se extiende la protesta y la policía mata; en Cisjordania se manifiestan contra el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, al que acusan de corrupto y autoritario…

Una revolución ciudadana parece haber empezado en Oriente Próximo y Norte de África. Vicenç Navarro nos desvela que los medios informativos, sin embargo, han ofrecido una incompleta e interesada imagen de la emblemática revuelta egipcia, presentándola como una acción de jóvenes de clases medias a partir de Facebook, Twitter y otras redes sociales. Por supuesto que los jóvenes que utilizaron Internet jugaron un papel importante, pero la rebelión egipcia es más, mucho más. Navarro precisa que “la revolución egipcia no se inició hace unas semanas. El pasado reciente de Egipto es un tiempo de luchas obreras brutalmente reprimidas, pero incesantes. Sólo en 2009 hubo 478 huelgas prohibidas, claramente políticas (…) La resistencia obrera democrática, infiltrada en los sindicatos oficiales, fue clave en las movilizaciones y en la huelga”.

Y el periodista egipcio Hossam el-Hamalawy ratifica que en los últimos tres años, todos los días ha habido huelga en alguna fábrica de Egipto. Huelgas económicas y políticas. Desde el primer día de la revuelta, la clase obrera ha estado en masa en las protestas. Decenas de miles de trabajadores protestaron en la calle y fueron a la huelga (…) Casi todos los sectores de la economía egipcia han estado en huelga estos días.”

El 6 de abril de 2008 hubo huelga y miles de egipcios se manifestaron contra la subida de precios y la dictadura de Mubarak. La policía abrió fuego, mató a tres personas e hirió a 90. Y nació el “Movimiento 6 de Abril” contra la dictadura. La rebelión egipcia no ha sido sólo la plaza de Tahrir. Tahrir ha sido lo más televisivo de la revolución, pero la rebelión se fraguaba en todo el país hace tiempo. Su próximo antecedente, 2004: manifestaciones masivas en varias ciudades egipcias contra la represión, la corrupción política gubernamental, los sueldos míseros y la pobreza; porque en Egipto el 40% malvive con menos de un dólar y cuarto al día. Ahí está el origen de la revuelta.

Pero en ese panorama de movimientos ciudadanos y de los trabajadores contra las dictaduras del Norte de África y Oriente Próximo, Europa ha afianzado a los dictadores. Con exquisito trato de aliados y acuerdos económicos preferentes. O vendiéndoles armas, como por ejemplo a Libia por valor de 1.400 millones de dólares: las armas que masacran al pueblo libio.

Como ha dicho la eurodiputada Marietje Schaake citando a Luther King, “hay un momento en el que el silencio se convierte en traición”. El silencio y la pasividad de la Unión Europea ante las implacables y corruptas dictaduras del Norte de África y Oriente Próximo.

Esta Europa neoliberal y plutócrata ha traicionado los ideales de la Revolución Francesa, ha pisoteado los valores de la revolución ciudadana que generó la democracia y ha hecho la vista gorda ante las constantes violaciones de los derechos humanos, la injusticia y la corrupción de esos regímenes dictatoriales. A cambio de gas, petróleo y control inmigratorio. Como ha escrito Javier Valenzuela, Europa ha sido un obstáculo para las libertades en el Magreb y en el valle del Nilo. Tanto presumir de derechos humanos y Europa ha olvidado las primeras palabras del articulado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Por eso actúa tan miserablemente como lo hace.

Europa necesita sin duda una nueva revolución ciudadana y tiene como ejemplo a las que han iniciado las ciudadanías de los países musulmanes.

Contra el «no se puede hacer nada»

El periodista Rafael Poch describe con lucidez que la crisis ha sido un atraco perfecto: el sistema financiero se hunde víctima de sus robos, pero lo salva un rescate astronómico con dinero público. Ese rescate aumenta la deuda pública de los estados rescatadores. Entonces los desvalijadores perpetran un segundo atraco: desmontar la justicia social lograda.

Para ello, los atracadores ocultan la causa (primer atraco y rescate), aireando la consecuencia (deuda). Y difunden como bellacos la falacia de que la deuda es debida al excesivo gasto social. Es necesario, dicen, reducir la seguridad social, menos derechos laborales que impiden la competitividad, privatizar lo público… Nos ofrecen un mundo injusto con más pobreza.

Los autores del primer atraco han regresado a la escena del crimen para apropiarse de las pensiones, para adueñarse de la sanidad pública, de la educación estatal… con obscenas contra reformas que impedirán una vida digna.

Para ellos todo es negocio. Pero para ciudadanos y ciudadanas son nuestros derechos humanos a defender.

El doble atraco se perpetra impunemente porque cunde la idea de que no se puede hacer nada. Pero sí se puede hacer.

Para empezar, informarse para que no nos hagan comulgar con ruedas de molino. Es posible, separando el grano de la paja. Informarnos, digo, no bañarnos en onanistas auto complacencias ni regodearnos en rumores y leyendas urbanas. Informarnos con rigor para construir una conciencia colectiva ciudadana irrebatible. Internet es buena herramienta.

Luego, que corra la voz. Difundir lo que pasa, con precisión, sin ira. Y buscar colectivamente cómo reducir en el día a día los efectos perversos concretos de la crisis (cooperativas de consumo, de uso de objetos, bancos de tiempo…). E individualmente, comenzar a cambiar de hábitos consumistas e insolidarios, recuperar los valores de la solidaridad y del trabajo colectivo. Contra el individualismo destructor del neoliberalismo: esa falacia de “yo sólo me cuido de mis asuntos”. También contra el enriquecimiento como valor deseable, contra el lujo como acicate productivo y contra el crecimiento como motor económico. Porque nos llevan a la ruina.

Y organizarnos como ciudadanos por modestamente que sea. E iniciar la resistencia pacífica. Recordemos Egipto: hace un mes nadie hubiera apostado un duro porque la autocracia más potente del mundo árabe pudiera irse al garete en dieciocho días de concentraciones y manifestaciones ciudadanas pacíficas. Pero así ha sido.

Se dice por ahí que ante la crisis, ante la dictadura financiera, ante las rebajas sociales y recortes de derechos, no hay nada que hacer. Pero, como escribe Ignacio Escolar, es cierto que no se puede hacer nada cuando ni siquiera se intenta hacer algo.

Sí se puede hacer. Quienes dicen que nada se puede hacer desconocen la historia. ¿No acabó la esclavitud como modo económico de producir? ¿No se eliminaron las condiciones infrahumanas de los trabajadores del siglo XIX? ¿El feminismo internacional no consiguió el derecho a voto para las mujeres y más avances emancipadores, aunque reste mucho por hacer? ¿Gandhi no consiguió la independencia de la India sin violencia? ¿No tuvo Luther King un sueño que se cumplió en buena medida? ¿El fin del apartheid en Sudáfrica fue realidad o delirio de Mandela? ¿No estaban completamente solos aquellos primeros ecologistas de mediados del XX?

Perseguidos, tachados de locos, acusados de subversivos, encarcelados… Pero persistieron y consiguieron lo que soñaron, si no todo, buena parte. Aunque a los que nunca tuvieron sueño alguno de libertad y justicia les pareciera entonces imposible.

Todos los soñadores por los derechos humanos de todos, por el amor a la Tierra, han hecho avanzar a la Humanidad.

Sí se puede hacer algo. Ahí están hoy esas docenas de organizaciones solidarias y defensoras de derechos del mundo exigiendo al G20 (los países más ricos) que apruebe la imposición de una tasa del 0,05% sobre las transacciones financieras especulativas para combatir la pobreza. Hace tres años un movimiento así era impensable. Hoy, sí. Y, si no se consigue ahora, será más adelante. Porque hay que perseverar.

Por tanto, no me digan que no es posible frenar la dictadura financiera que controla el mundo y poner en su sitio a los responsables de esa estafa y atraco que es la crisis, porque no es cierto.

Es hora de empezar a protestar

Los europeos no sufrimos tanto como tunecinos y egipcios (de éstos últimos, más de la mitad malviven con un dólar diario), pero en Europa se precipita un panorama gris muy oscuro. Quizás debamos tomar a tunecinos y egipcios como ejemplo, ahora que se han revuelto en las calles contra la injusticia y la opresión. O, de otro modo, si españoles, franceses, griegos, portugueses, irlandeses, ingleses, polacos, checos… no plantan cara a la dictadura financiera y a la cobardía y servidumbre de mandatarios y políticos profesionales que la sirven, la minoría rica y privilegiada nos “retrocederá” a la situación de fin de siglo XIX. Una vida peor con menos derechos.

Una muestra de la inacción mientras patean nuestros derechos. Alguna juventud española (los más perjudicados por la crisis) arma grandes broncas porque las autoridades municipales les prohíben celebrar un “botellón”. Pero no mueve un dedo para exigir un presente y futuro dignos a los que tiene indiscutible derecho. Aunque, en honor a la verdad, esa indolente inacción ante la canallada opresora en que se ha convertido la crisis no es sólo propia de jóvenes.

La ciudadanía no reacciona ante el desempleo que castiga a Europa ni frente a la rebaja de derechos laborales. Tampoco reacciona ante salarios cada vez más reducidos ni por la precariedad de los empleos. No hay reacción tampoco cuando la vicepresidenta del gobierno español osa declarar que “es indecente que con más de 4.000.000 de parados, haya quien no esté de acuerdo en alargar la jubilación a los 70 años”. Encima pretenden que aceptemos la violación de nuestros derechos.

Ignacio Escolar, un joven y lúcido periodista, ha escrito que “los jóvenes de 25 o 30 años forman parte de una generación estafada a la que le han cambiado el derecho a una vivienda digna y un empleo estable por la Playstation III (…) En España hay casi un millón de parados (46%) que tiene menos de 25 años. Y en Europa se repite que los jóvenes de hoy forman la primera generación que vivirá peor que la de sus padres desde finales de la II Guerra Mundial.

En el último trimestre de 2009 hubo protestas ciudadanas y huelgas de trabajadores en varios países europeos contra recortes sociales presupuestarios, rebaja de derechos y medidas gubernamentales que pretenden que la ciudadanía pague la crisis. Sí; Francia, España, Alemania, Polonia, Reino Unido, Irlanda, Grecia… fueron escenario de manifestaciones y huelgas. Pero se acabó la protesta. Mientras, la minoría privilegiada no cesa en sus ataques contra una vida digna para la mayoría, contra los derechos de todos, contra la exigible justicia social. Ahí tenéis a la canciller alemana Merkel exigiendo más sacrificios, mientras el FMI pide despidos baratos, rebajas de subsidios de desempleo, sustituir negociación colectiva por convenios de empresa y privatizar más servicios públicos. Menos derechos. Y su director-gerente, el presunto socialista Dominique Strauss-Kahn, lamenta que “nos enfrentamos a la perspectiva de una generación perdida de gente joven, destinada a sufrir durante toda su vida peores empleos y peores condiciones sociales”. ¡Como si el FMI no tuviera nada que ver con lo que le pasa a esa juventud!

Como dijo Nelson Mandela “la pobreza no es natural. La crea el hombre y son las acciones de los seres humanos las que pueden vencerla y erradicarla”. Citar a Mandela no es gratuito porque, con lo que está pasando, la pobreza amenaza más que nunca a más millones de personas en el mundo. Se agrava en los países empobrecidos y crece a ojos vista en los países desarrollados. Y, como proclama Amnistía Internacional, la pobreza no es inevitable; es causa y consecuencia de violaciones de derechos humanos y tiene responsables.

Stéphane Hessel, antiguo resistente contra los nazis y único redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos que vive, asegura que hoy necesitamos más que nunca los principios y valores que nos guiaron y debemos velar juntos para que nuestra sociedad no abdique de ellos”. Valores como libertad, justicia, equidad. En suma, respeto a los derechos humanos.

José Saramago decía que, ante lo que está pasando, no tuviéramos tanta paciencia.Tenía razón. Ya es hora de cambiar de actitud, de protestar, de defender los derechos de todos.

Un panorama de sufrimiento

Lo que hay para los próximos años, aun con algún crecimiento, es un desempleo que hace poco se consideraría catastrófico, porque lo es. Tras las frías cifras hay un inmenso panorama de sufrimiento”.

Lo afirma Paul Krugman, premio Nobel de Economía. Se refiere a Estados Unidos, pero es dolorosamente válido para Europa, países árabes, sudeste asiático, África, América Latina… Sufrimiento.

Hace unos días veía un debate televisivo sobre la reforma de las pensiones públicas; cuestión candente en Europa. Un economista se enzarzó sobre índices, bases imponibles y pensiones resultantes para justificar la bondad del recorte de pensiones (que no es tal, por supuesto) en un pretendido razonamiento que me recordó aquello de Groucho Marx sobre «la primera parte contratante de la segunda parte contratante» del filme Una noche en la opera.

Esa y otras andanadas contra la línea de flotación de los derechos humanos pretenden confundir, levantar cortinas de humo contra la pura y simple verdad, los hechos mondos y lirondos.

Sobre pensiones, por ejemplo, pues las hemos sacado a colación, los hechos son que, como denuncia documentadamente Miren Etxezarreta, doctora en Economía por la London School of Economics, “el objetivo de la reforma de pensiones públicas es beneficiar las pensiones privadas, con un calado que supera el ámbito europeo por ser mundial, y que se inició con el informe del Banco Mundial de 1994”.

Y los hechos son que la FAO (organización de Naciones Unidas para la Alimentación) alerta del aumento especulativo de los precios del arroz, trigo, azúcar y cebada en 2011, como ocurrió en 2007 y 2008. Aumento de precios que sufrirán los más pobres, pero más gente vivirá más pobremente y muchos ciudadanos en general también vivirán peor.

Los hechos son que en Guatemala el aumento de los precios del maíz y del frijol negro, esenciales en la dieta de subsistencia, será catastrófico porque la mitad de los 14 millones de guatemaltecos ya viven en condiciones de pobreza y un 17% en condiciones de pobreza muy severa, según Naciones Unidas. Y en otros países latinoamericnos, tres cuartos de lo mismo. En Haití el 57% de la población vive en la pobreza, en Nicaragua el 40%, en Honduras el 32%, en Guatemala el 26%) y en Perú el 20%.

Los hechos son que, según el Banco Mundial, en el mundo hay 1.300 millones de personas que disponen de menos de  un dólar y cuarto al día. Pero según el nuevo IPM (Índice de Pobreza Multidimensional), elaborado por la Universidad de Oxford y Naciones Unidas, los pobres severos del mundo ya son 1.700 millones. El IPM incluye, además de bajos ingresos, estado de salud, nivel de nutrición, nivel de educación,  acceso a electricidad, disponibilidad de agua y disponibilidad de combustible para cocinar.

Los hechos son que según Eurostat, oficina estadística de la Unión Europea, en el último cálculo sobre pobreza, ¡116 millones de ciudadanos europeos! sufrieron cuanto menos una de las tres formas de exclusión social que contempla Eurostat: personas en pobreza, personas con privaciones materiales muy graves y personas que viven con salarios muy bajos que no les alcanza.

Los hechos son que, según Credit Suisse, el 10% de la población mundial es propietaria del 83% de la riqueza del planeta y solo un 1% de la población mundial es dueña del 43 % de la riqueza, en tanto que el 2% se ha de repartir el 50% de la riqueza mundial. Una desigualdad inadmisible.

Hace unos años, en España un dirigente presuntamente socialista justificaba las duras medidas que su gobierno emprendió (y que perjudicaban a los trabajadores) con una imagen de cuento infantil: primero ha de crecer el pastel para luego repartirlo. El pastel creció, pero apenas se repartió, salvo entre los de siempre y unos pocos más como muestra. Y durante los diecisiete  años de crecimiento constante de España desde 1992 hasta 2008 no se redujo la pobreza, que ha aumentado hasta el 20% de la población, pero sí se inició una reducción imparable del valor real de los salarios.Y ahora hacen reformas laborales que hacen más vulnerables a los trabajadores y reformas de pensiones que dejarán en el umbral de la pobreza a muchos ancianos y ancianas cuando se perpetren del todo.

En última instancia, tras la crisis y las medidas que se toman presuntamente para combatirla hay sufrimiento de personas. Mucho sufrimiento y muchas personas. Y con eso no se juega.